Mi pintura trata de volver a situar en el contexto artístico contemporáneo todo ese archivo pictórico que ha llevado adscrito en su propia naturaleza, una visión particular de la historia. Así mismo trata de crear una especie de cruce entre la imagen consolidada y pregnante frente a un juego de crítica especulativa sobre sí misma.
Esta meta-pintura se abstrae de su contenido y de un corsé estructurado por cánones clásicos, pero también de la idea de genio y autor como el productor absoluto de la imagen. No respalda el aire nostálgico de las naturalezas muertas sino su natural precariedad, que elude una visión particular y dogmática; pero, por ello mismo, tampoco se muestra condescendiente con la prepotencia de lo actual, que toma lugar ante esta falta de sustancia para afianzar el dudoso mérito de “ estar ahí”.
Los espacios en blanco y los guiños a aquel archivo pictórico se asemejan a figuras literarias donde se rescatan sinécdoques dentro de su propia narración. Es un entramado referencial donde se es más condescendiente con todas aquellas anécdotas que facilitan de alguna manera la legibilidad simbólica y estructural de la obra. En este caso, la pintura acerca un estado de incomodidad entre la pretensión de avanzar hacia sus referentes y la inexactitud de poder alcanzarlos, demorando en el significante. Trata de evocar, pero en medio de una niebla vaga, sin pretensiones de crear falsos simulacros sino esbozando un cuerpo rancio, dentro de esa fragmentación como individuo, como órgano de un mismo cuerpo; sencillamente presenta esa misma fragmentación del individuo así mismo, pero con aparentes buenos modales que se transmiten desde lo representado para crear alboroto y un eco entre el enfrentamiento metarrelato- consumidor, a la espera de que todo esto quiebre por algún lado.